Ano 04 (2017) - Número 01 Notícias
Oscar Jesus Choque Fernandez, Prof. Dr., Engenharia de Materiais, IFPA, Brasil.
Cuando el tren corta el altiplano Boliviano por cerca de la media noche fria y en luna llena, llegando a la estación central de ferrocarriles de Uyuni, Bolivia, se percibe la inmensidad del Salar de Uyuni a nuestros ojos. Desde la década de los setenta, aun niño, hasta el año de 2000, ya joven, la ciudad de Uyuni era travesia obligada por tren entre Villazón y Oruro o viceversa. El tren tiene parada obligatoria en la estación de tren, pudiendo escuchar (aun hoy se escucha) anuncios de vendedores diciendo “Sal de Uyuni” como materia prima para la cocina, pero otros lo interpretabam como diciendo “no entres a Uyuni, sal de Uyuni”, en el buen sentido del humor. Partiendo el tren, preferencialente entre Uyuni y Oruro, atraves de las ventanas de los coches de ENFE (antigua Empresa de Ferrocarriles del Estado) podia observar el paisaje del desierto de sal, llenando la mente con preguntas de quien hizo esa maravilla, pero a pesar de pasar por el lugar durante todos esos años, nunca pise propiamente el salar, ni me imaginaba que algun dia seria uno de los principales atractivos turísticos de Bolivia.
En casi 30 anos que recorri ese trayecto en Bolivia, no le daba mucha importancia a lo profundo que representa el interior del salar, asi como muchos, parece que cuando el extranjero descubre el atractivo del Salar de Uyuni, es que damos valor a lo que la naturaleza nos ofrece como una dádiva. Solamente a partir de la década de 2000, es que se inicia con bastante timidez el turismo hacia esa región, alcanzando el boom a partir de 2011. Y fue solamente por esa razón que ya realizamos varias viajes geologicas y de turismo al Salar de Uyuni. Em 2010 fueron apenas con bolivianos-brasileños (Figura 1), en 2014 con bolivianos, alemanes y brasileños (Figura 2) y finalmente en 2016 con brasileños (Figura 3).